Zhuangzi

La verdadera grandeza no necesita ser ostentosa. La verdadera sabiduría no necesita ser demostrada. Zhuangzi

lunes, mayo 01, 2023

Seis poemas de Wallace Stevens y uno de Marco Martos.

Seis poemas de Wallace Stevens y uno de Marco Martos

Seis poemas de Wallace Stevens y uno de Marco Martos.

 
Wallace Stevens (!879.1955) Poeta de los Estados Unidos, uno de los más originales de la poesía inglesa en el siglo XX)
 

El hombre de la guitarra azul

I

El hombre inclinado sobre su guitarra,
un sastre de mala muerte. El día era verde.
Le dijeron “Tienes un guitarra azul,
tú no ejecutas las cosas como son”
El hombre respondió “Las cosas como son
en la guitarra sufren un cambio”.
Y entonces le dijeron: ”Pero toca, debes hacerlo,
un aire que nos trascienda y que a la vez sea nosotros,
un aire en la guitarra azul
de las cosas exactamente como son” 
 

XVIII

Un sueño (por así llamarlo) en el cual,
pueda yo creer frente al objeto,
un sueño ya no más un sueño, sino una cosa,
de las cosas como son, como la guitarra azul,
en ciertas noches, después de un largo rasguear,
se consagra a pulsar los sentidos, no los dados,
pero los auténticos sentidos, como cuando desfloran
el resplandor del viento. O cuando llega el alba,
como la luz en un reverbero de escollos
emergiendo de un mar que fue. 
 

XX

La poesía es el tema del poema.
De esto nace el poema y a esto
vuelve. Entre ambos extremos,
entre origen y retorno,
existe una ausencia de realidad,
las cosas como son. O así parecen serlo.
¿Pero son distintas? Es una ausencia
lo que el poema da. La verdadera
apariencia verde del sol, rojo de nube,
tierra que siente, cielo que piensa.
De estos toma. Tal vez da
en universal reciprocidad.

Tatuaje

La luz es como una araña.
Se arrastra por el agua.
Se arrastra sobre los bordes de la nieve.
Se arrastra debajo de tus párpados
y esparce allí sus telarañas;
sus dos telarañas.
Las telarañas de tus ojos
se pegaron
a tu carne y a tus huesos
como la viga o la hierba.
Hay hilos en tus ojos,
en la superficie del agua,
y en los bordes de la nieve. 
 

El hombre de nieve

Se debe poseer un espíritu de invierno
para observar la escarcha y las ramas
de los pinos encostrados de nieve;
y haber tenido frío durante largo tiempo
para contemplar los enebros erizados de hielo.
los rudos abetos en el distante resplandor
del sol de enero y no pensar
en ningún dolor en el sonido del viento,
en el rumor de unas pocas hojas,
que es la voz de la tierra
llena del mismo viento
que sopla en el mismo desnudo paisaje
pero el agua que escucha, el que escucha en la nieve,
y nada en él mismo, contempla
esa nada que no está allí y la nada que está. 
 

El emperador de los helados

Llama al que lía los cigarros puros,
al forzudo y ofrécele batir
en tarros de cocina las sensuales cuajadas.
Deja que las muchachas huelguen con los mismos vestidos
que acostumbran usar, y deja que los chicos
lleven flores envueltas en periódicos viejos.
Deja que el parecer acabe en ser.
El único emperador es el emperador de los helados.
De la cómoda aquella que perdió
tres pomos de cristal, saca la sábana
en la que ella bordeaba faisanes una vez,
y entiéndela del todo hasta ocultar su cara.
Si sus callos pies se quedan fuera, lo hacen
para mostrar que fría está, que muda.
Que la lámpara añada su destello.
El único emperador es el emperador de los helados. 
 
Un poema de Marco Martos
Mundos paralelos 
 
Hay días que cambio al mundo en la duermevela del verano,
Frente al malecón, con sus ritmos, las olas y su furia
Me parecen una lluvia de albaricoques, de semillas mágicas,
Y cuando lo cuento en una rueda de amigos, Isela Arce, la bióloga,
Me dice que los carámbanos de las sierras le evocan
Manzanas de los cielos que caen en sus manos,
Y las nubes corriendo por los aires para ella se semejan
A los carros de los antiguos griegos en Atenas.
Tal vez, me digo, ese mundo imaginado, sea más cierto,
Que ese otro donde pululan con sus tratos los seres humanos.
Abro un libro de Wallace Stevens, qué delicia, que fruición,
Leer las palabras de un verdadero emperador de los helados.

 

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